Con la palabra morisco se designaba comúnmente a los musulmanes del reino nazarí de Granada (rendido por Boabdil a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492) que, tras la rebelión del barrio del Albaicín (1501), fueron obligados a convertirse al cristianismo. El responsable de esta medida fue el Inquisidor General y confesor de la reina Isabel la Católica, cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517), el mismo que el 18 de diciembre de 1499 hizo quemar en la puerta de Bib Rambla en Granada las librerías de los moriscos; más de ochenta mil manuscritos árabes de la España musulmana se perdieron para siempre.
Parece que la palabra "morisco" se forma como "berberisco", y es un diminutivo, que más tarde se empleó para identificar a los hispanomusulmanes que permanecieron en la Península luego de la caída de Granada.
Esta denominación igualmente se le aplicaría a los mudéjares (del árabe mudayyan : "los que se quedaron", o Ahl ad-Dayn : "Gente que permanece, que se domeña"; por extensión, "domesticados", "domeñados"). De atenerse a la estricta significación de la palabra "mudéjar", dice el arquitecto e islamólogo español Leopoldo Torres Balbás (1888-1960), recibiría esa denominación exclusivamente el arte de los musulmanes que habitaban el territorio cristiano. Los llamados "moros sometidos" en los reinos hispanocristianos a partir del siglo XI, quienes disfrutaron de períodos de tolerancia bajo el manto de soberanos como Alfonso X el Sabio (1221-1284) y Pedro I el Justiciero (1334-1369) desarrollarían un arte que transformó los perfiles de la España cristiana y sería la base fundamental del llamado "arte colonial español", más tarde en América.
Tras el fracaso que produjo la rebelión en 1568, ahogada en sangre por Felipe II y su hermanastro Juan de Austria, la nobleza de España, con sangre más germánica que española, obsesionada por la "pureza de sangre" y el miedo a una sublevación de los moriscos, apoyada por los turcos otomanos, presionó al rey Felipe III para que procediera a la expulsión masiva de los mismos. La operación se llevó a cabo entre 1609 y 1614. Los moriscos entonces se asentaron en el Norte de África (Marruecos, Argelia y Túnez). Algunos se quedaron viviendo en España y Portugal, fingiendo ser cristianos nuevos o gitanos, pero permaneciendo fieles a la fe islámica. El resto emigró a América en similares condiciones de clandestinidad.
Quienes se quedaron en España como"moriscos", andaluces fieramente perseguidos, refugiados en las cuevas, lanzados por su sociedad española, encontraron en el territorio andaluz un medio de legalizar, por decirlo así, su existencia, evitando la muerte o la expulsión. Así formaron bandas errantes, perseguidas con saña, que vagaron de lugar en lugar y constituyendo comunidades organizadas por caudillos, y abiertas a todo desesperado peregrino. Bastaba con cumplir un rito de iniciación para ingresar en ellos. Estos se hicieron conocer con el nombre de "gitanos", que ingresaban a bandadas en el territorio, los últimos descendientes de los hombres venidos de las culturas más bellas del mundo, ahora labradores huidos (en árabe, labrador huido o expulsado significa "fellahmengu"). Algo para tener en cuenta es que, los gitanos de Andalucía constituyeron, el pueblo gitano más numeroso de la Tierra.
Hasta ese entonces, el nombre flamenco no se había usado en la literatura española hasta el siglo XIX, aunque el vocablo existía no trascendió al uso general. Un nominador arábigo tenía que ser perseguido al llegar a denunciar al grupo de hombres, heterodoxos a la ley del estado, que con ese nombre se amparaban. Comienza entonces la elaboración del flamenco por los andaluces desterrados o huidos en los montes de África y España. Esos hombres conservaban la música de la Patria, y esa música les sirvió para analizar su pena y para afirmar su espíritu: el ritmo lento, el agotamiento cromático.
Los otros, los moriscos que vinieron a América llegaron mimetizados con los conquistadores y huyendo del estigma impuesto por el inquisidor. Aquí forjaron culturas ecuestres: la de los gauchos (Argentina, Uruguay y Brasil), huasos (Chile) y llaneros (Colombia y Venezuela), con múltiples influencias en la música, costumbres y estilos, desde el folclore argentino a la escuela tapatía mexicana. Éstas simbolizaron su fe, su tradición y sus tremendas ansias de independencia y libertad. También construyeron iglesias, catedrales y residencias mudéjares que todavía nos asombran, pequeñas Alhambras que tuvieron como magnífico marco una nueva y pletórica geografía acunada entre los Andes y el Caribe.
El tradicionalista y jurisconsulto argentino Carlos Molina Massey (1884-1964), que ha estudiado el origen del gaucho, se pregunta: "Los ocho siglos de conquista mora habían puesto su sello racial característico en la población íbera: el ochenta por ciento de la población peninsular llegada a nuestras playas traía sangre mora. El gaucho, fue por eso como un avatar, como una reencarnación del alma de la morería fundiéndose con el alma aborigen en el gran ambiente libertario de América".
Por eso podemos decir, que las primeras corrientes moriscas que se asentaron en el Río de la Plata durante los siglos XVI y XVII, entre otras cosas, acercaron la cultura ecuestre y el discutido origen de la palabra gaucho. Es que el gaucho, asi como se ve, tiene su origen en la civilización de Alándalus( andalús), la España musulmana (711-1492), cuna de los pueblos iberoamericanos, de la que recibimos legados como el idioma castellano en su versión andaluza, con el seseo (pronunciar un sonido silbante s en vez del sonido ce) y el yeísmo (que consiste en pronunciar la ll como la y: sonando igual en "llave" o en "yerba", tan común entre los rioplatenses), ambos de origen morisco.
Nos resta saber la etimología de la palabra "gaucho", como una tentativa de origen árabe, que lo desarrollaremos en otro artículo.
viernes, 20 de febrero de 2009
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